Cuando han pasado poco más de diez meses desde que Ronaldo Luiz Nazario aterrizó en el aeropuerto de Torrejón de Ardoz en loor de multitudes como nuevo jugador del Real Madrid, el 'fenómeno' ha escrito con letras de oro su nombre en la historia de la Liga española y de la temporada 2002/2003.
Ronaldo se presentó en la capital de España el 1 de septiembre de 2002. Lo hizo con el semblante cansado de meses y semanas de inquietud, pero con su sonrisa intacta y su moral en alza.
Atrás había quedado una situación incómoda en el Inter de Milán que incluso comenzaba a apagar los ecos de su gran Mundial en Corea del Sur y Japón. Florentino Pérez y el Real Madrid le abrieron un nuevo horizonte, un nuevo reto en su regreso al fútbol español.
Ni siquiera las dudas generadas por su situación física mermaron su confianza. El 'fenómeno', como fue bautizado en Italia, estaba de vuelta, como había mostrado en tierras asiáticas. Sin dudarlo, se lanzó a cruzar una apuesta, para muchos demasiado osada: 25 goles.
Los servicios médicos del club le mimaron casi como a un niño pequeño. Sus rodillas, esas que estuvieron a punto de dinamitar su exitosa carrera, así lo aconsejaban. Trabajó durante un mes para ponerse en condiciones mínimas.
Y, por fin, el soleado domingo del 6 de octubre, llegó el momento de su estreno. El Real Madrid sufría para sacar adelante el partido ante el Alavés. Vencía por 2-1 y el equipo vitoriano acababa de fallar un penalti.
'Ronie', reiteradamente acusado de sobrepeso, recogió el testigo de la joven promesa de la cantera blanca, Javier García Portillo, a los 64 minutos. Uno después se estrenaba como artillero madridista. El Santiago Bernabéu no podía ni creérselo. La grada estalló y comenzó a creer en el nuevo 'galáctico', que, para redondear un debut soñado, amplió la cuenta poco después. Resultado, dos goles del brasileño y triunfo por 5-2.
No obstante, no ha sido ni mucho menos fácil su matrimonio con la siempre exigente afición madridista, que no ha dudado en silbarle en momentos y partidos puntuales, al recriminarle escaso trabajo defensivo.
Ronaldo aceptó el veredicto de los graderíos y lo tomó como un acicate. Sus grandes y principales actuaciones se han producido lejos del Bernabéu, donde se le ha visto en toda su extensión de forma más esporádica.
Lejos de Madrid, el 'fenómeno' se ha convertido en la indiscutible referencia ofensiva para sus compañeros. Ha explotado su velocidad y su pegada y ha firmado actuaciones de auténtico lujo, como en Palma, donde brilló con dos goles de su factoría, o en Vitoria, donde consiguió su primer y hasta ahora único 'hat trick'.
Incluso en este final de campaña, sus dobletes en Mestalla y en el Vicente Calderón han servido para encumbrar su aportación al vigésimo noveno título, porque han supuesto triunfos imprescindibles para enmendar una situación que estaba más que complicada.
Su forma y su estilo de juego parecen más apropiados para explotar con espacios, muchos más reducidos en los partidos en casa, donde los rivales se cierran mucho más y para Ronaldo ha sido casi imposible hacer valer su ataque 'en manada'.
No obstante, también ha dejado en el Paseo de la Castellana muestras para el recuerdo de esta Liga como en el encuentro ante el Valencia en la primera vuelta, en el que ni el abundante agua pudo frenar su escapada para superar al meta Andrés Palop, o en el que marcó a su ex equipo, el Barcelona, si bien en esta ocasión no acompañó el triunfo.
De todas maneras, ha sabido superar la presión del Bernabéu que ha podido con tantos jugadores y ha sabido encontrar la comunión futbolística con hombres de primera magnitud como los Zidane, Figo, Raúl, Roberto Carlos y compañía, para, a la postre, alcanzar uno de los pocos títulos que le faltaban en su carrera, la Liga, tanto que, aunque se caiga en la injusticia del olvido de otros ilustres, pasará a la historia como 'La Liga de Ronaldo'.
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