domingo, 1 de junio de 2014

Real Madrid Castilla 2-1 Sabadell





En caso de apuro más vale tirar de lo conocido. Por eso, cuando el Castilla peor lo pasaba, su técnico, Manolo Díaz, recurrió a un hombre de su máxima confianza, Álvaro Medrán, hombre fundamental del Madrid C y que el entrenador castillista ha tenido a sus órdenes los últimos dos años. La jugada le salió tan redonda que en apenas unos segundos que llevaba sobre el verde de Valdebebas, Medrán consiguió abrir la lata y sentar las bases de un triunfo que en una semana puede dar la permanencia al filial de Concha Espina.
Y es que, hasta entonces –una hora de juego marcaba el tanteador- poco había pasado. El Sabadell había tratado de dominar sin éxito el primer acto, queriendo el balón, pero sin inquietar a Pacheco. El Castilla, más irregular, había sido el que puso las ocasiones, con lanzamientos de Lucas y de José Rodríguez, que despejó con acierto Nauzet a saques de esquina.
El descanso cambió la actitud de unos y otros. Los rivales por la permanencia estaban sumando tres puntos, por lo que al Castilla no le quedaba otra que meter una marcha más al choque. William José, de falta, a punto estuvo de decantar el partido del lado local, pero su free kick se estrelló en el poste. Estaban bien plantados los de Manolo Díaz, pero les faltaba algo.
Ese algo fue Álvaro Medrán. Una de las perlas más mimadas de la Fábrica, fundamental en el segundo filial pero con escasez de minutos en el primero, salió y resolvió. Tardó menos de un minuto en combinar con Burgui y batir a Nauzet, haciendo estallar la alegría de la parroquia madridista, que se ha volcado con su equipo en este tramo decisivo del curso.
Hay jugadores que tienen estrella y Medrán se empeñó en demostrar que él la tiene y que quiere seguir promocionando en la casa blanca. Por eso, cuatro minutos después, volvió a anotar, esta vez desde la frontal, para sentenciar el triunfo local.
Todo parecía clama y placidez en el Di Stéfano pero el Sabadell no había dicho la última palabra aún. El cuadro catalán había acusado el resultado adverso, no obstante, en una cabalgada, buscando a la desesperada recortar distancias, Llorente libre de marca en la luna del área, cruzó el esférico ante la estirada de Pacheco. No fue más que un retraso del júbilo madridista, que terminó imponiéndose y dependerá de él mismo para seguir en Segunda División una campaña más.


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