Después de una noche en París que fue para el Madrid como una vuelta en el viejo tren de la bruja, sin adivinar nunca dónde estaba la escoba, Zidane redujo la explicación de lo sucedido a la intensidad, sin detenerse en disquisiciones tácticas. Ganar los duelos individuales, meter la pierna, en argot de vestuario, era lo que, en su opinión, necesitaba el equipo, a pesar de las evidentes carencias estructurales que se derivan de una planificación deficiente. No hay más que ver el centro del campo, con James como agente doble. De eso, ni palabra. Al llegar a Sevilla, al menos, fue consecuente con lo que había dicho. Los mismos que en París, más Sergio Ramos, sancionado en la Champions, pero con las piernas donde quería. El Madrid fue otro equipo, duro y solidario en la freidora del Pizjuán, y con su gato de angora, Benzema, convertido en un gato montés. El fútbol, según Zidane, es muy simple. Quizás los demás lo hagamos demasiado difícil. Veremos, aunque el líder siempre tiene razón.
Comentarios
Publicar un comentario